Flora

Iguala es un valle de clima cálido, por consiguiente, posee una indescriptible variedad de plantas, las cuales pocas personas conocen debido a la falta de cultura e interés por su ciudad, las plantas que más abundan son quizá las menos deseables, como ejemplo bastara mencionar los ya de sobra conocidos “huizaches”, sin embargo, bastara con ir una vez a alguno de los cerros de la ciudad (donde aun abunda la vegetación), para descubrir la gran riqueza botánica de nuestro valle.

No es posible hablar de corrido sobre la flora de la ciudad, puesto que al paso del tiempo, nuevas especies de plantas han llegado y se han establecido como propias, -siendo este el caso del tamarindo-, así que, con el fin de hacer más entendible y amena la situación de la flora en el valle, he dividido esta parte en dos secciones: la flora prehispánica, donde mencionaré las autenticas plantas típicas de nuestro valle; y la flora actual, que comprende desde la conquista hasta nuestros días, periodo en el cual innumerables especies llegaron de todas partes del mundo a nuestra ciudad.

Flora prehispánica

Los huizaches, los guamúchiles, el ámate, el capulín, la papaya, el maíz, el cacahuate, la ciruela, el fríjol ,el chile, el nopal, las flores de azúchil, las campánulas colgantes, las ceibas, los cirianes, la flor de Cempoaxóchitl, el epazote y el albahacar, los cuatecomates y el cuaclancayo, los zapotes, el encino, el amesquite y una gran variedad de rosas, son los elementos botánicos más representativos de nuestra ciudad, que en tiempos precolombinos fue una población agrícola, hoy, la ciudad de Iguala es 100% comercial, son pocas las personas que aun poseen sembradíos, y sólo unas cuantas personas tienen en sus casas algunos árboles frutales de estos. Es así, que ahora los frutos prehispánicos son sembrados en los cerros que nos rodean, y son traídos a Iguala por nuestros paisanos, a los cuales podemos encontrar en el mercado o en el monumento.

Al respecto de la flora de Iguala en aquellos tiempos, Catalina Pastrana menciona que: “En un tiempo lejano fue un pequeño oasis, un vergel en medio del llano. Estaba cubierto de árboles y de pasto verde, el agua del río era fresca y cristalina.” 2

Agricultura y Vegetación en el municipio.
Agricultura y Vegetación en el municipio.

Flora actual

En estos días, Iguala esta inundada de frutos exóticos que se dan con facilidad en la región, es así que destacan: los limones, las naranjas, el mango de toda clase, las palmeras de dátiles, los almendros, las bougambilias, el jazmín español y el famosísimo “tamarindo”, que se ha vuelto símbolo de esta ciudad.

Como el tamarindo es de vital importancia en nuestra sociedad, debido a que nos representa y forma parte de nuestra historia, es importante dar una mayor explicación sobre él.

El nombre científico del tamarindo es  tamarindus indico, pertenece a la familia de las leguminosas, en el grupo de las cesalpinaceas, es un árbol tropical de origen indo-africano , sus ramas son de un color verde claro y brillante, de flores color púrpura y anaranjado, de buen cepalo, varios pétalos y tres estambres encorvados, su tronco de color negro le da una belleza señorial, su madera fina y dura es muy estimable en la elaboración de artesanías.

En el centro de la plaza de armas, se plantaron en el año de 1832, 32 tamarindos, de ahí la gente tomó su fruto y ahora el tamarindo abunda por toda la ciudad.

El árbol del tamarindo da un fruto café del mismo nombre, con el cual se elaboran innumerables dulces típicos, en Iguala, el tamarindo es utilizado para elaborar deliciosas aguas frescas y las riquísimas nieves de tamarindo.

Con respecto del árbol del tamarindo, Catalina Pastrana nos narra que:

“…Cuando el ilustre varón los sembró, pensó que sería para beneficiar a la Escuela Marín, tal vez no imaginó que estaba revistiendo de hermosura a nuestro pueblo, que le estaba dando un toque de distinción al enmarcarla en una fronda de refrescante verdor, y que esos majestuosos tamarindos le darían su identidad a Iguala, pasando a ser la ciudad Tamarindera.

Los igualtecos ausentes deben añorar la sombra de esos tamarindos con sus tardes tibias. Con sus noches parpadeantes en medio de un bullicio tranquilo.

Esas frondas tamarinderas guardan muchas remembranzas de algunos sueños que se volvieron nostalgias; guardan toda una época llena de recuerdos, de miradas y pasos románticos y del beso que se quedó en la esperanza.

Cuando un tamarindo se seca de tristeza, se siente el deseo de decir: ¡Oh viejo tronco, vuelve a reverdecer! deseando tal vez que los viejos años también reverdecieran.” 3

La realidad de nuestro valle queda fielmente expresada en una frase de la misma autora, que al respecto escribió:

“La ciudad ahora está cubierta de pavimento, indispensable para el progreso desde luego; pero se añoran los árboles, que además de sus frutos, nos daban pájaros” 4

En efecto, la ciudad ya no es aquel valle frondoso y fértil, sino una jungla de asfalto, cada vez es más difícil que los niños pequeños conozcan la naturaleza,  pues en el centro de la ciudad lo más que se puede observar son Tamarindos, nuestra riqueza botánica se está extinguiendo…y nosotros estamos propiciando esa extinción.